Crítica de Rojo (2018), de Benjamín Naishtat
Por Geraldine Serrato
@escriboconfotos
La ausencia se vuelve fuerte con el pasar de los años y los recuerdos duelen más; todo sigue latente como el primer día. Así lo representa la primera secuencia de esta historia: una casa en un plano general que evidencia poco a poco cómo las personas se inmiscuyen dentro para darle fin a la curiosidad que les invade.
La secuencia anterior es interrumpida por un conflicto tan potente que mediante simbolismos, incógnitas e incertidumbres desencadenadas entre la población de la clase media surge más de un incidente llevado a una violencia sosegada. Es una fiel representación de la coyuntura y la supervivencia en Argentina durante el año 1975, durante el inicio de un golpe de estado. También lo es la vida del protagonista, el prestigiado abogado Claudio (Darío Grandinetti) que se va desmoronando a causa de un asesinato; desde ese momento él siente como el tiempo se vuelve un delator, evidenciándolo como único culpable.
Por otra parte, en medio del eclipse que acontece en el segundo acto de la historia, todos ven lo excepcional del cielo y unos sin entender qué pasa, no hacen nada; este es un claro referente en donde se permite visualizar lo corrupta y oscura que puede ser la violencia a manos del ser humano en la que no hay límites para la degradación social.

Cada plano presenta una advertencia sobre todo en los primerísimos planos donde capta las emociones del protagonista a través de su vida y en su forma de pensar, ¿Qué tal si hubiésemos sido nosotros? ¿La reacción fuese la misma o diferente? A pesar de conocernos demasiado, indudablemente no sabríamos qué hacer en una situación de alto peligro.
Al hablar de otros recursos, como el color logra incrementar la emoción respecto al rojo, puesto que se observa en personajes y en la escenografía una digna representación de los años setenta; este un gran complemento que le da fuerza al objetivo de la historia.
De Rojo, es cómo el guardar silencio y ser cómplice de algo te hace indolente. A su vez que el miedo se apodera de estos implicados hasta el punto de actuar de formas inmorales. Mantiene un ritmo lento que causa muchas turbaciones, al ser un filme que no cuenta con una narrativa más directa o potente la califican de inconsistente a medida que va concluyendo sobre todo el final donde no hay un acto de justicia. Creo que esto varía en cada quien y en su experiencia individual al interpretar lo que estamos viendo. Se puede decir que es el fiel retrato de la injusticia que se vive de este lado, la que daña la esperanza de un cambio.