Crítica de Home is Somewhere Else (2022), de Carlos Hagerman y Jorge Villalobos
Por Ernesto González Díaz
Hath not a Jew eyes? Hath not a Jew hands, organs, dimensions, senses, affections, passions? Fed with the same food, hurt with the same weapons, subject to the same diseases, healed by the same means, warmed and cooled by the same winter and summer, as a Christian is? If you prick us, do we not bleed? If you tickle us, do we not laugh? If you poison us, do we not die? And if you wrong us, shall we not revenge?
(Shakespeare, El mercader de Venecia, 3.1)
La pantalla se divide diagonalmente en una mitad roja y otra negra, una partición drástica, insalvable. La mitad roja se abre por el centro como un telón, descubriendo a un joven que lleva gorra y una camiseta con el número 25 y la leyenda El Deportee en la espalda. El personaje está dibujado con líneas estilizadas, pero su voz tiene la naturalidad del registro directo del habla cotidiana. Él funge como el maestro de ceremonias en este documental animado o animentary, y presenta con rimas en spanglish tres historias sobre familias divididas por la frontera entre México y Estados Unidos, cada una con un estilo de ilustración y animación distinto, realizadas por tres estudios diferentes.
Parecería que se ha dicho todo sobre la frontera más transitada del mundo a nivel de información; datos duros sobre migración y titulares trágicos en la prensa, pero son las microhistorias, las odiseas personales, íntimas, las que permiten dimensionar y sentir de manera cercana esta problemática, y es en lo que se enfocan Carlos Hagerman y Jorge Villalobos, directores de Home is Somewhere Else.
La primera historia es la de Jasmine, nacida en Florida pero de padres mexicanos, quien narra acompañada por la animación de sus dibujos infantiles el trauma familiar sufrido por la detención y casi deportación de su padre, y cómo esta experiencia la motivó para a los once años dar un discurso frente a la Casa Blanca y comenzar una vida de activismo por los derechos de los migrantes.
En segundo lugar, se cuenta con un estilo pictórico y onírico el testimonio de dos hermanas que viven a diferentes lados de la frontera bajo condiciones contrastantes: Evelyn es ciudadana estadounidense pero decidió vivir en un pueblo de Yucatán con su abuela, lugar al que siente que pertenece; por el contrario, Elizabeth vive como indocumentada en Los Ángeles, donde batalla para encontrar trabajo pero también para darle sentido y propósito a su vida en un entorno amenazante. Las hermanas rompen la distancia gracias a sus teléfonos celulares, mientras que la animación le da materialidad a la virtualidad a través del uso de pantallas divididas y representaciones miniaturizadas de personajes que cruzan de un lado a otro, mezclando recuerdos e idiomas.
La tercera historia, visualmente similar a una novela gráfica, es la del presentador de las anteriores, Eduardo Aguilar, quien migra de niño, junto con su familia, de Ciudad Juárez a Utah. Años después, en su adolescencia, su padre es deportado, evento que lo motiva a unirse a un movimiento de protesta contra una ley de inmigración, teniendo como consecuencia su propia deportación. Tras sufrir discriminación por parte de ciudadanos de ambos países y llegar a un lugar que a pesar de ser su país de origen resulta un espacio extraño y hostil, Eduardo encuentra en la poesía una forma de resistencia y en su sufrimiento, una identidad: El Deportee.
La combinación de animación y documental, recurso que ha cobrado relevancia en años recientes, permite adentrarnos en sus memorias para mostrar de forma estética, lúdica y emotiva, las experiencias de vida de estas personas rechazadas por dos naciones que las deshumanizan y que estarían más cómodas si no existieran. Historias llenas de dolor, miedo e incertidumbre, pero también de esperanza y unión a pesar de una frontera que se vuelve abismal debido a las desigualdades económicas, sociales y culturales.
Al cierre de la película se nos muestran los retratos de los protagonistas cuyos testimonios recién conocimos; así, los personajes animados y sus voces adquieren corporalidad, no se trata de sólo dibujos, sino de personas como nosotros que —referenciando al monólogo de Shylock en El mercader de Venecia— tienen afectos, sentidos, pasiones, que pasan frío y hambre, que buscarán justicia frente a las injurias, que tienen imagen y tienen voz.