Una aproximación a la filmografía de Matías Piñeiro
“Los hombres deberían de ser lo que aparentan, o no aparentar nada”
-El hombre robado, Matías Piñeiro.
Por: Grace Ríos
@gracebud_
Matías Piñeiro es un prolífico director argentino que se ha convertido en uno de los autores más importantes del cine latinoamericano contemporáneo. A sus 38 años tiene ya una vasta filmografía conformada por dos cortometrajes de ficción, seis largometrajes y dos documentales.
Las películas de Piñeiro se caracterizan por estar impregnadas de los mismos temas: el pasado y su reconciliación con el presente; el significado del arte y la importancia de su originalidad, aunada a la democratización del mismo. Hay siempre una obra dentro de la obra para poner en duda el valor de la obra por sí misma. Abundan los personajes que parecen deambular sin rumbo fijo, con historias que se entrelazan sin querer, respondiendo a una ley que parece más relacionada con la física gravitacional que a la anagnórisis asociada a la dramaturgia shakesperiana de la que se sirve su obra.
En El hombre robado (2007), la protagonista Mercedes Montt (María Villa, presente en todas las películas de Piñeiro) trabaja en el Museo de Arte Español Enrique Larreta y en el Museo Histórico Sarmiento. De ahí deviene su obsesión con Domingo Faustino Sarmiento, literato y presidente de la Nación Argentina entre 1868 y 1874. A lo largo de la película, Mercedes sostiene un vaivén entre realidad y ficción, teniendo como directriz Campaña en el Ejército Grande, libro de Sarmiento que continuamente recita y cuyos fragmentos aplica en su cotidianidad, mientras intenta descubrir si Andrés (el novio de su amiga Leticia), le es infiel, a la par de que intenta zafarse de su relación con Leandro (músico con el que orquesta los robos de piezas del museo).
La cámara, además de funcionar como acompañante del vagabundeo de los personajes, sirve al montaje para yuxtaponer imágenes de carga simbólica que hacen contrapunto con los textos recitados, convirtiendo al espectador en cómplice de un juego rítmico que no es evidente en un inicio, pero que resulta cada vez más sugerente conforme se hace consciente. De ahí que se produzca un efecto de reconocimiento cuando, casi al final de la película, una manada de gatos inundan la pantalla con sus miradas al asedio, como en la historia de las prostitutas africanas de Rosas que Leandro narra a Mercedes y Leticia.

Todos mienten (2009) retoma el personaje de Sarmiento cuando una de las chicas (integrante de un grupo de jóvenes aislados en una casa) relata la serie de sucesos que dieron lugar a su existencia, partiendo de Sarmiento, su bisabuelo, mientras el resto de sus acompañantes agregan, cuestionan y escenifican la historia. Es el segundo largometraje de Piñeiro y los temas y ritmos persisten. Las relaciones son ambiguas entre los personajes que cohabitan en una casa, donde están gestando una red de falsificación de sus piezas con la intención de revelarse ante su jefe, un artista plástico llamado Joaquín Martín Rosas, que firma como J.M.R. —a quien algunos conocen como Joaquín y otros como Martín—.Sobre la mesa se pone nuevamente el valor de una obra de arte y al artista como autor inimitable, se cuestiona de forma sinuosa (y siempre sugerente) la fatuidad de la imitación sobre el original. Y así lo enuncia uno de los personajes cuando dice que “hacer falso el original con falsos que en realidad son originales, pero habiendo más de uno, pasan a ser todos falsos, cuando en realidad todos son originales”1.
Con Rosalinda (2011), mediometraje que surge como encargo del Festival Internacional de Jeonju (Corea del Sur), Piñeiro inaugura lo que él mismo llama sus ‘shakespereadas’, películas que toman como materia prima las comedias de Shakespeare, pero no se parecen en nada a las adaptaciones cinematográficas tradicionales, sino que son reinterpretaciones lúdicas, apropiaciones autorales.

En Viola (2012), la segunda de sus ‘shakespereadas’, la sonoridad de la palabra y los juegos verbales que están presentes en su filmografía —desde la canción de ‘la dama’ en Todos mienten— toman fuerza y se redimensionan en la corporalidad con la que Cecilia (Agustina Muñoz) ensaya repitiendo una y otra vez las líneas de Cesario, el personaje que le toca interpretar en la puesta en escena de Noches de Reyes de Shakespeare que ocurre al principio de la película y se convierte en el detonante de los futuros acontecimientos. En ninguna de esas repeticiones la expresión es la misma; las posturas, la entonación y las intenciones cambian, aún si el diálogo se mantiene. Las repeticiones abren un abanico infinito de significados, funcionan como catalizadores de emociones. Piñeiro dice al respecto que en ocasiones lo hace para “(…) hacer más ambiguo el estatuto de lo que estamos viendo. Que las cosas no son como se presentan y que pueden tener otras densidades”2.
El mecanismo de las repeticiones verbales funciona también en el jugueteo rítmico del montaje y las temporalidades entre las que transitan sus personajes. Hay un par de escenas en La princesa de Francia (2014) que comienzan muy parecidas: una close up de una de las personajes y el siguiente diálogo:
–¿En qué estás pensando?
– En Víctor.
–¿Y por qué pensaste en él?
–Se me cruzó ahora al verte a vos.
El personaje es el de una impostora, quien hace las mismas preguntas a personas distintas a la espera de la respuesta deseada. Esa es otra de las cualidades de los personajes de Piñeiro que se ve favorecida por su narrativa anacrónica, la cual permite que veamos lo que sucede y lo que a los personajes les gustaría que sucediera, por lo regular sin hacer mayor distinción entre lo que ‘realmente’ pasó y lo que es una representación de lo que podría haber pasado.

Con Hermia y Helena (2016), Piñeiro ya no solo fragmenta la palabra y el tiempo, sino también el espacio. La película tiene lugar en Buenos Aires y Nueva York, ciudad a la que llega Camila (nuevamente Agustina Muñoz) con una beca para realizar una traducción al español de Sueño de una noche de verano, de Shakespeare. El entramado es un vaivén entre ambas ciudades y diferentes temporalidades: el pasado en el que Camila se arrepiente de hacer el viaje, lamentándose el dejar a su novio, familia y amistades en Buenos Aires. Y el presente en el que poco a poco Camila se va reconstruyendo en Nueva York, dejando atrás la vida que creía imposible abandonar.
Sin duda, más allá de los valores narrativos de la filmografía de Piñeiro, detrás de todos los embrollos románticos y los perspicaces referentes a la obra de Shakespeare, me parece que una de las características que ha acercado a un público internacional a su obra está en un marcado interés hacia los ciclos, principios y finales; los recuerdos que emulsionan en presentes ansiosos de un porvenir que se asoma cauteloso en los anhelos de sus personajes.
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Este 2020 se estrenó en el circuito de festivales de cine su más reciente película, Isabella, en la que también participan sus actrices recurrentes, María Villar y Agustina Muñoz, en un duelo por interpretar a Isabella en Medida por Medida de Shakespeare. Les compartimos el tráiler:
1 Todos mienten (2009), Matías Piñeiro.
2 Piñeiro, M (2014). Los juegos del tiempo. México, D.F.
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