La leyenda de Chitara, la reina de la colina
La leyenda de Chitara, la reina de la colina

La leyenda de Chitara, la reina de la colina

Mato seco em chamas (2022) de Adirley Queirós y Joana Pimenta hizo parte de la sección “Cartografías de la resistencia” de la edición 24 de la Muestra Internacional Documental de Bogotá-MIDBO.

Por Raúl Soto Rodríguez

Casas pobres de materiales crudos se elevan sobre pequeñas colinas de tierra roja en Sol Nascente, un barrio de invasión ubicado en los confines de Ceilândia, una de las ciudades satélites periféricas de Brasilia, donde fueron acomodados grandes grupos de candangos, masas de trabajadores y migrantes que llegaron desde la mitad del siglo pasado a construir y vivir en la nueva capital de Brasil, dentro de un experimento utópico creado por el presidente Juscelino Kubitschek (1956-1960), que pretendía eliminar las clases sociales.  Allí se recrea Mato seco em chamas, un film híbrido entre documental y ficción de Adirley Queirós y Joana Pimenta, estrenado en el Forum de la Berlinale. El film cuenta historias reales de las personajes que se entrecruzan desenfadadamente con una historia de ciencia ficción cargada de armas, vigilancia, acechos de la ley, motociclistas, tatuajes, fuego, cigarrillos y enfrentamientos en un mundo regido por recias mujeres que trafican con mucha experticia gasolina refinada artesanalmente por ellas mismas en un solar, donde un pequeño gato de bomba extrae ilegalmente día y noche petróleo de una tubería central subterránea.

La propuesta narrativa se articula entre un grupo de mujeres como una coral que va de una a otra sin ningún aviso, haciéndolas parte de múltiples espacios y experiencias donde transitan solas, en grupo o con otras mujeres que aparecen y desaparecen extemporáneamente, en un tiempo trastocado donde el presente y el pasado se anteponen y contraponen continuamente, haciendo que se pierda por momentos la posibilidad de hilar un camino que nos permita imaginar el devenir.

La respuesta a muchas de las preguntas que plantean las elaboradas puestas en escena que proponen Queirós y Pimenta se da por fuera de una fórmula aristotélica; para cada una de las tres personajes principales, Andreia, y las dos hermanas medias, Léa y Chitara, se desarrolla una arista de cotidianidad que logra definirlas e individualizar sus expectativas. Sin embargo, juntas estas mujeres arman un cuerpo sólido, un estado femenino de imposición, control y fuerza que lucha contra una pantomima policial futurista con visos fascistas que las ataca y al cual ellas finalmente vencen, desmantelan y queman dejando sólo residuos de lo que pudo haber sido un orden estatal impuesto para aquel lugar.

El gato de bomba que extrae el petróleo, como un metrónomo, en cada giro marca el compás del tiempo del hostil lugar. Su sonido cíclico se mezcla con voces barriales, motos aceleradas, el crujir de llamas inextinguibles, disparos a la distancia y la música de una iglesia pentecostal donde Andreia Vieira ora, llora y canta muy conmovida. En otras instancias, el sonido ambiente de una ciudad con mucha convulsión se mezcla con su voz, entonando convencidas arengas en una campaña política que hace en la vía pública para ser elegida como diputada del PPP, Partido Popular de la Prisión. Por su parte Léa, una de las hermanas medias, transmite el desasosiego de su existencia en cada cigarrillo que prende y fuma a grandes bocanadas mientras relata para la cámara o a sus compañeras el tiempo que ha vivido dentro de cárceles femeninas; a veces prueba armas de fuego con mucha habilidad, en otros momentos, sueña con un futuro mejor montando un prostíbulo donde espera hacerle una prueba personal a cada una las mujeres que trabajarán allí. Alternativamente, Chitara mueve los ejes del poder que se ha ganado con autoridad y violencia en aquella favela sin ley, donde es una leyenda, una reina con linaje por ser una de las hijas de Sequeira, el asesino más famoso de Sol Nascente. La historia de estas mujeres a su vez se inmortaliza en las canciones de la banda de forró Muleka 100 Calcinha, cuando llega al barrio en una colorida furgoneta y arma una fiesta de luces donde su cantante, como una juglaresa, exalta la vida de estas forajidas como si fueran heroínas. Léa comparte besos con una mujer y las demás bailan o se divierten siendo parte orgánica de una comunidad que las ha legitimado.

Mato seco em chamas es el reflejo ardiente de un lugar del mundo donde las mujeres tienen el poder, mas no es feminista ni antipatriarcal su dominación, por el contrario, es una película distópica con formas postapocalípticas, basada en una historia real que sucedió en Ceilândia, cuando la policía arrestó en diversas redadas a los hombres y el control del tráfico de drogas en esta colonia quedó en manos de las mujeres. Su forma disruptiva en un principio hace muy difícil acercarse a un universo planteado en fragmentos, pero al final se agradece, ya que el relato documental sobre sus vidas crece y se potencia dentro de una ficción idealizada en torno al control de la gasolina que mueve su mundo. Así, ficción y documental se convalidan y generan una diégesis verosímil en medio de la tierra roja de aspecto desértico en Sol Nascente, lugar donde transitan los cuerpos de estas guerreras amazonas con miradas perdidas en rostros envueltos en halos de humo de cientos de cigarrillos, que decantan pasados oscuros con dolores vigentes, venganzas pendientes, la frialdad de quien ha cometido el mal y la soledad abismal de un futuro sin futuro, donde el fuego arde y Chitara sueña con quemarlo todo.

Este texto fue elaborado en el Segundo Laboratorio de Escritura sobre Cine Documental coordinado por Valentina Giraldo Sánchez y Pedro Adrián Zuluaga en el marco de la 24 Midbo.